A nuestra
cursilería postmoderna.
Cuando regresó
del árbol
al banco lo encontró
vacío.
Iba ahora de
morada la tarde,
noche
incipiente
y a lo lejos
fornicaban a gritos
o en silencio
los amantes.
Se alejó
corriendo de aquel parque.
Llegó hasta el
mar justo
a ver como el
miedo
se tragaba en
paroxismo
la última
balsa.
Regresó al
árbol desesperado
y se ahogó
para siempre
entre sus manos,
que cargaban
los últimos puñados
de hojarasca.