Que nada te
salve de mí.
Que nada te
esconda.
Que nadie te
cure.
Que regreses a
mis manos
una y otra vez
siguiendo el mismo camino.
No te conjuro
simplemente
para que descanses entre mis ojos
o para que
sueñes otra vez
al abrigo del calor de mis heridas.
Espero
que tus
lágrimas sirvan de exorcismo,
que tu dolor
me levante otra vez,
que sientas la tentación de morir
en silencio y sin cobija
y
finalmente,
que te pierdas
en mí
y
no encuentres nunca
la luz.
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