A nuestra
cursilería postmoderna.
Cuando regresó
del árbol
al banco lo encontró
vacío.
Iba ahora de
morada la tarde,
noche
incipiente
y a lo lejos
fornicaban a gritos
o en silencio
los amantes.
Se alejó
corriendo de aquel parque.
Llegó hasta el
mar justo
a ver como el
miedo
se tragaba en
paroxismo
la última
balsa.
Regresó al
árbol desesperado
y se ahogó
para siempre
entre sus manos,
que cargaban
los últimos puñados
de hojarasca.
No sabía que eras poeta. Que bien!
ReplyDeleteGracias, Ylena. No sé si puedo llamarme poeta, no sólo porque esto pudiese ofender a muchos de mis amigos que sí lo son, pero también porque la clasificación trae ciertas expectativas que no sé si podré cumplir. No es falsa modestia, que no tengo ninguna, sino la verdad. ¡Gracias otra vez por el comentario y por seguirme!
ReplyDeletebueno, tú no podrás llamarte poeta, pero yo sí puedo. Poeta!
ReplyDeleteDeambulo y me encuentro con esto... me recuerda el gran Soliloquio del Individuo de Nicanor Parra. Rotundo, inmenso... pero tú, ese toque de isleñitud... es que no nos vamos, nunca nos hemos ido... a esa balsa flotante que somos, nos han condenado. Cubanito, leo tanta soledad. Bendita soledad creativa...
ReplyDeleteY sobre lo de la cursilerìa post moderna, ¡bah!... el otro dìa leìa, me convencì, que cursi es toda pasiòn no compartida... Esa pasiòn tambièn me pertenece... con pasiòn de cruzada.
Un abrazo...
La soledad es una reacción, más que la causa. Un abrazo.
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